Octubre, 2022.
Por: Carlos E. Pacheco Irizarry
Ingeniero ambiental y agricultor agroecológico
En una economía circular, luego de aprovechar los alimentosal máximo, los residuos generados se transforman nuevamente en insumos para nuevas cosechas. Con este círculo virtuoso que llamamos “recicloponía” creamos comida y salud para un pueblo.
En Puerto Rico, los residuos orgánicos nunca han formado parte de los materiales que debemos separar para el reciclaje. Se puede entender el por qué: son húmedos, pesados y con un par de días en nuestro trópico, a rosas no huelen. Sin embargo, nuestra realidad es que estudios realizados aquí y en otras jurisdicciones estiman que una tercera parte de todos los residuos sólidos que se generan son orgánicos y que estos terminan enterrados en nuestros recargados vertederos. Peor aún, la descomposición de esta combinación de residuos ricos en nutrientes junto con material vegetativo crea un ambiente ideal para producir gases de invernadero que alimentan el problema del cambio climático. Es por ello que el mal manejo de residuos orgánicos no puede continuar siendo una alternativa.
¿Pudieran los residuos orgánicos generar riqueza en vez de problemas ambientales?
La contestación es un rotundo “sí”, pero requiere voluntad, organización y una eficiente ejecución. El procesamiento de materiales orgánicos pudiera beneficiar a múltiples sectores, incluyendo al agrícola, a la industria de restaurantes, a la producción de energía renovable y al desarrollo de nuevas empresas que pudieran contribuir inclusive en la manufactura y exportación de productos innovadores utilizando procesos creativos. En este artículo nos concentraremos solo en el sector agrícola.
Cuando hablamos de economía circular, nos referimos al concepto muy bien trabajado por la Fundación Ellen MacArthur, la cual invita a salirnos del modelo económico lineal, el cual consiste en extraer recursos del planeta, transformarlos y utilizarlos para luego disponerlos. La economía circular fomenta la reducción de la extracción de recursos naturales, la eliminación de los residuos y la contaminación, promoviendo cambios en los sistemas en el diseño de nuevos productos. En la economía circular se busca activamente reintegrar los materiales a la economía mediante la creación de usos secundarios para ellos, alargar la vida útil de los equipos electrónicos y fomentar una conciencia de reusar y reducir los desechos dentro de un programa estructurado. Sin menospreciar ni restar méritos al reciclaje, la economía circular va más lejos en términos de la posibilidad de impactar beneficiosamente las economías, proteger el ambiente y la creación de nuevos empleos.
En Puerto Rico nos hemos dado a la tarea de impulsar este modelo el cual llamamos Generación Circular (www. generacióncircular.org). Participan organizaciones no gubernamentales que también promueven y atienden la problemática de los residuos sólidos. La intención es presentar un menú de soluciones a nivel personal, comunitario y gubernamental con las transformaciones necesarias, para que ayuden a resolver la crisis de nuestros residuos y a su vez a estimular nuestra economía nacional.
Como ejemplo, pensemos en la economía circular aplicada a nuestra seguridad alimentaria. Puerto Rico invirtió cientos de millones de dólares durante la pasada década en insumos agrícolas del exterior, aún dentro de la timidez de este sector. Todo el dinero, aportado por nuestros empresarios agrícolas, salió del país y drenó programas de incentivos agrícolas cada vez más precarios.
En un Puerto Rico alternativo, las necesidades de insumos agrícolas se atenderían mediante el compostaje de nuestros propios residuos orgánicos y prácticas agroecológicas intensivas que utilicen esos materiales en siembras para la producción de cultivos. Esta estrategia reduciría nuestra dependencia de la importación, abarataría los precios de los alimentos y aumentaría la producción y el consumo de productos frescos, mejorando con esto la salud de nuestras comunidades. Para que se materialicen estos beneficios, es necesaria la creación de composteras municipales que procesen los residuos orgánicos de las residencias, comercios e industrias, así como todo el material vegetativo generado, para transformarlos en los productos agrícolas que necesitamos para lograr una agricultura sostenible y de base comunitaria. Esto se puede lograr mediante colaboraciones entre los municipios y las organizaciones comunitarias para crear proyectos reciclopónicos, que permitan incentivar a los pequeños agricultores en la recolección eficiente de los residuos orgánicos.
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